Rivadavia resuelve cotidianamente la obstinada tensión entre el oasis y el desierto que su territorio propone. Mientras hacia el este se perfila la silenciosa Llanura de la Travesía, con sus algarrobos y pastos duros, la inquietud y laboriosidad humana han conseguido que hacia el noroeste florezca un vergel agrícola.
Aquel río Tunuyán del que los nativos huarpes recogían agua con sus vasijas y cestos, prestó sus márgenes para el asentamiento de ramadas de totora, barro y maderos, en las que los salineros y su cargamento esperaban el momento propicio para cruzar la corriente, camino a San Luis. Aquellas mismas aguas son las que aprovecha y regula desde 1971 el Embalse El Carrizal, a fin de posibilitar una mejor irrigación de campos agrícolas, cimentando definitivamente el oasis productivo.
Rivadavia celebra sus vinos, y el artesanal trabajo de sus bodegas atendidas por sus propios dueños. La cosecha es un prodigio del agua, y el colorido de vides, frutales y olivares matizan el paisaje confirmando el valor de tanto esfuerzo. El espejo de agua de El Carrizal estimula el espíritu deportivo. Los más diestros y osados se entregan a la práctica de la motonáutica, el jet ski, el surf y el velerismo.
Los que buscan una tregua pescan el pejerrey en balsas, acampan, toman sol, y disfrutan las comodidades de los campings y clubes náuticos de los alrededores.
Los acordes musicales sobrevuelan el Anfiteatro Dr. César Plástina durante el popular festival “Rivadavia canta al país”, y se mezclan con la melodía propia de esta tierra, que susurrando invita a volver.
Sitio web: www.rivadaviamendoza.gov.ar
Fuente: www.turismo.mendoza.gov.ar